Si miramos la etiqueta de un producto alimentario (galletas, conservas, preparados cárnicos, etc) es posible que lo que leamos nos suene a chino. Esperamos que después de leer esta sección la próxima vez que compres algo para llenar la despensa lo hagas con mayor conocimiento de lo que has elegido para alimentarte.
Además de los ingredientes naturales con los que está hecho el producto (que por cierto aparecen en orden de mayor a menor proporción), la mayoría incluyen una lista más o menos larga de una E- seguida de un número. Son los aditivos. No todos son necesariamente dañinos, de hecho algunos son derivados de productos naturales (especias mayormente) que técnicamente se denominan así en la industria química (por ejemplo la curcumina, E-100- procedente de la cúrcuma). Unos nos ayudarán a conservar el producto, y otros son meros cosméticos para hacerlos más atractivos a los sentidos (saborizantes, colorantes, aromas...) Al final de la sección encontrarás un enlace con una lista de aditivos, su nombre, procedencia, y si se consideran inocuos, sospechosos o peligrosos para la salud.
En la mayoría de envoltorios o paquetes encontraremos también la información nutricional, normalmente por 100g de producto y por ración (cantidad que el fabricante recomienda comer), así como un porcentaje de lo que representa el nutriente respecto a la CDR (cantidad diaria recomendada) para una dieta estandar de 2000kcal. Lo primero que encontramos son las kcal que nos aporta el alimento, pero más importante que el número de calorías es cómo están repartidas. Por ejemplo: si nos indican que un producto de X calorías tiene 60g de hidratos de carbono, de los cuales 30g son azúcares, tenemos un producto que ya sobrepasa la CDR de azúcar que recomiendan las autoridades sanitarias (máximo 25g de azúcar). Será un producto que nos dará mucha energía instantanea seguida de un bajón de glucosa a los pocos minutos. Este desequilibrio de glucosa nuestro cuerpo lo traducirá en cansancio, irritabilidad y sensación de hambre (lo que nos empujará a comer más aumentando así el riesgo de sobrepeso). En cambio, un producto con el mismo número de calorías e hidratos de carbono que sea pobre en azúcares nos proporcionará energía durante un tiempo más prolongado y de una manera más paulatina y equilibrada, y seguramente la sensación de hambre tarde más en aparecer. Lo mismo pasa con las grasas: un producto con la misma cantidad de grasas tendrá diferentes efectos en nuestro organismo dependiendo si predominan las saturadas o insaturadas. Ambos tipos de grasa aportan las mismas calorías (al igual que pasa con el azúcar simple y los hidratos de carbono complejos) pero las grasas insaturadas, en su justa proporción, son infinitamente más beneficiosas que las grasas saturadas.
Los fabricantes, dentro de lo que les está permitido, suelen resaltar los nutrientes recomendables en sus etiquetas y omitir o hablar en términos muy generales de los no recomendables. Así por ejemplo podemos encontrar que un producto contiene grasas vegetales y podemos pensar que deben ser mejor que las animales, pero si esas grasas son hidrogenadas se convierten en grasas trans, igual o más perjudiciales que las saturadas. Si esas grasas no están hidrogenadas, el fabricante se asegurará de hacértelo saber en su etiqueta, si no dice nada, probablemente sean grasas adulteradas.
En el caso de los huevos, además de la fecha de caducidad, encontramos un código impreso en cada uno de ellos. ¿Qué nos indica este código? El primer dígito nos indica la forma de cría de la gallina: si el primer número es un 3 nos indica que el huevo procede de una gallina criada en una jaula (generalmente en condiciones de hacinamiento y sin jacuzzi), un 2 nos indica que está criada en el suelo (generalmente de una nave industrial) pero en las mismas condiciones de hacinamiento que las criadas en jaulas, un 1 nos indica que la gallina ha sido criada al aire libre en unas condiciones mucho más naturales, y un 0 nos dice que además de criada al aire libre, la gallina ha sido criada ecológicamente. El segundo y tercer dígito nos indica el país de procedencia, y los siguientes dígitos nos indican las provincia, el municipio y por último la granja de producción.
También solemos encontrar en el empaquetado ciertos símbolos que conviene conocer.
Además de los ingredientes naturales con los que está hecho el producto (que por cierto aparecen en orden de mayor a menor proporción), la mayoría incluyen una lista más o menos larga de una E- seguida de un número. Son los aditivos. No todos son necesariamente dañinos, de hecho algunos son derivados de productos naturales (especias mayormente) que técnicamente se denominan así en la industria química (por ejemplo la curcumina, E-100- procedente de la cúrcuma). Unos nos ayudarán a conservar el producto, y otros son meros cosméticos para hacerlos más atractivos a los sentidos (saborizantes, colorantes, aromas...) Al final de la sección encontrarás un enlace con una lista de aditivos, su nombre, procedencia, y si se consideran inocuos, sospechosos o peligrosos para la salud.
En la mayoría de envoltorios o paquetes encontraremos también la información nutricional, normalmente por 100g de producto y por ración (cantidad que el fabricante recomienda comer), así como un porcentaje de lo que representa el nutriente respecto a la CDR (cantidad diaria recomendada) para una dieta estandar de 2000kcal. Lo primero que encontramos son las kcal que nos aporta el alimento, pero más importante que el número de calorías es cómo están repartidas. Por ejemplo: si nos indican que un producto de X calorías tiene 60g de hidratos de carbono, de los cuales 30g son azúcares, tenemos un producto que ya sobrepasa la CDR de azúcar que recomiendan las autoridades sanitarias (máximo 25g de azúcar). Será un producto que nos dará mucha energía instantanea seguida de un bajón de glucosa a los pocos minutos. Este desequilibrio de glucosa nuestro cuerpo lo traducirá en cansancio, irritabilidad y sensación de hambre (lo que nos empujará a comer más aumentando así el riesgo de sobrepeso). En cambio, un producto con el mismo número de calorías e hidratos de carbono que sea pobre en azúcares nos proporcionará energía durante un tiempo más prolongado y de una manera más paulatina y equilibrada, y seguramente la sensación de hambre tarde más en aparecer. Lo mismo pasa con las grasas: un producto con la misma cantidad de grasas tendrá diferentes efectos en nuestro organismo dependiendo si predominan las saturadas o insaturadas. Ambos tipos de grasa aportan las mismas calorías (al igual que pasa con el azúcar simple y los hidratos de carbono complejos) pero las grasas insaturadas, en su justa proporción, son infinitamente más beneficiosas que las grasas saturadas.
Los fabricantes, dentro de lo que les está permitido, suelen resaltar los nutrientes recomendables en sus etiquetas y omitir o hablar en términos muy generales de los no recomendables. Así por ejemplo podemos encontrar que un producto contiene grasas vegetales y podemos pensar que deben ser mejor que las animales, pero si esas grasas son hidrogenadas se convierten en grasas trans, igual o más perjudiciales que las saturadas. Si esas grasas no están hidrogenadas, el fabricante se asegurará de hacértelo saber en su etiqueta, si no dice nada, probablemente sean grasas adulteradas.
En el caso de los huevos, además de la fecha de caducidad, encontramos un código impreso en cada uno de ellos. ¿Qué nos indica este código? El primer dígito nos indica la forma de cría de la gallina: si el primer número es un 3 nos indica que el huevo procede de una gallina criada en una jaula (generalmente en condiciones de hacinamiento y sin jacuzzi), un 2 nos indica que está criada en el suelo (generalmente de una nave industrial) pero en las mismas condiciones de hacinamiento que las criadas en jaulas, un 1 nos indica que la gallina ha sido criada al aire libre en unas condiciones mucho más naturales, y un 0 nos dice que además de criada al aire libre, la gallina ha sido criada ecológicamente. El segundo y tercer dígito nos indica el país de procedencia, y los siguientes dígitos nos indican las provincia, el municipio y por último la granja de producción.
También solemos encontrar en el empaquetado ciertos símbolos que conviene conocer.
Este símbolo nos indica que el producto procede de la agricultura ecológica.
Este símbolo o una espiga tachada o con una barra encima, nos indica que el producto no contiene gluten.
Las siglas OGM o GMO nos indican las presencia de transgénicos entre los ingredientes.
Otros símbolos estarán acompañados de su propia explicación, la mayoría son un igrediente reconocible tachado (por ejemplo un huevo, un vaso de leche) y nos indican la ausencia de ese ingrediente. Si eres alérgico/a o tienes intolerancias seguramente estarás muy familiarizado/a con ellos.
Ya sabes, la próxima vez que hagas tu compra, tómate el tiempo que necesites para leer las etiquetas de tus productos habituales ¡probablemente decidas hacer un cambio de hábitos!
http://www.aditivos-alimentarios.com/p/listado-de-aditivos.html
http://www.greenpeace.org/espana/Global/espana/report/transgenicos/Guia_Roja_Verde_Alimentos_Transgenicos_Actualizada.pdf
Ya sabes, la próxima vez que hagas tu compra, tómate el tiempo que necesites para leer las etiquetas de tus productos habituales ¡probablemente decidas hacer un cambio de hábitos!
http://www.aditivos-alimentarios.com/p/listado-de-aditivos.html
http://www.greenpeace.org/espana/Global/espana/report/transgenicos/Guia_Roja_Verde_Alimentos_Transgenicos_Actualizada.pdf